viernes, 7 de agosto de 2020

Prácticas del Lenguaje Trabajo Práctico N 1


Trabajo Práctico de Prácticas del Lenguaje

Nombre y apellido:

Hola espero estés bien, te cuento que realizaremos una secuencia didáctica que tiene que ver con la lectura, el disfrute, la relectura, la reflexión y la escritura. Es importante que leas y vuelvas a leer, que busques el significado de las palabras por el contexto, y que te permitas releer todas las veces que consideres.
 Antes de empezar, te pedimos que busques lápiz, lapicera y hojas. Tengas a mano tus carpetas de clase, ya que las usarás para resolver tus tareas.
Vamos a leer y escribir en torno a un cuento bastante inquietante. Se trata de “La ventana abierta”, cuyo autor es Saki. Para iniciar, te proponemos leer el cuento y, si es posible, compartir luego, con alguien de su entorno familiar o amistoso, lo que les pareció esta historia.

Esta actividad estará en la Librería de Eduardo en la 

esquina del colegio, junto con las de Matemática para 

que puedas ir a pedir, dando tu nombre y apellido, no 

debés abonar nada.

La ventana abierta

Mi tía bajará enseguida, señor Nuttel –dijo con mucho aplomo una señorita de quince años–; mientras tanto debe hacer lo posible por soportarme.
Framton Nuttel se esforzó por decir algo que halagara debidamente a la sobrina sin dejar de tomar debidamente en cuenta a la tía que estaba por llegar. Dudó más que nunca de que esta serie de visitas formales a personas totalmente desconocidas fueran de alguna utilidad para la cura de reposo que se había propuesto.
–Sé lo que ocurrirá –le había dicho su hermana cuando se disponía a emigrar a este retiro rural–: te encerrarás ni bien llegues y no hablarás con nadie y tus nervios estarán peor que nunca debido a la depresión. Por eso te daré cartas de presentación para todas las personas que conocí allá. Algunas, por lo que recuerdo, eran bastante simpáticas.
Framton se preguntó si la señora Sappleton, la dama a quien había entregado una de las cartas de presentación, podía ser clasificada entre las simpáticas.
–¿Conoce a muchas personas aquí? –preguntó la sobrina, cuando consideró que ya había habido entre ellos suficiente comunicación silenciosa.
–Casi nadie –dijo Framton–. Mi hermana estuvo aquí, en la rectoría, hace unos cuatro años, y me dio cartas de presentación para algunas personas del lugar.
Hizo esta última declaración en un tono que denotaba claramente un sentimiento de pesar.
–Entonces no sabe prácticamente nada acerca de mi tía – prosiguió la aplomada señorita.
–Solo su nombre y su dirección –admitió el visitante. Se preguntaba si la señora Sappleton estaría casada o sería viuda.
Algo indefinido en el ambiente sugería la presencia masculina.
–Su gran tragedia ocurrió hace tres años –dijo la niña–; es decir, después que se fue su hermana.
–¿Su tragedia? –preguntó Framton; en esta apacible campiña las tragedias parecían algo fuera de lugar.
–Usted se preguntará por qué dejamos esa ventana abierta de par en par en una tarde de octubre –dijo la sobrina señalando una gran ventana que daba al jardín.
–Hace bastante calor para esta época del año –dijo Framton– pero ¿qué relación tiene esa ventana con la tragedia?
–Por esa ventana, hace exactamente tres años, su marido y sus dos hermanos menores salieron a cazar por el día. Nunca regresaron. Al atravesar el páramo para llegar al terreno donde solían cazar quedaron atrapados en una ciénaga traicionera. Ocurrió durante ese verano terriblemente lluvioso, sabe, y los terrenos que antes eran firmes de pronto cedían sin que hubiera manera de preverlo. Nunca encontraron sus
cuerpos. Eso fue lo peor de todo.
A esta altura del relato la voz de la niña perdió ese tono seguro y se volvió vacilantemente humana.
–Mi pobre tía sigue creyendo que volverán algún día, ellos y el pequeño spaniel que los acompañaba, y que entrarán por la ventana como solían hacerlo. Por tal razón la ventana queda abierta hasta que ya es de noche. Mi pobre y querida tía, cuántas veces me habrá contado cómo salieron, su marido con el impermeable blanco en el brazo, y Ronnie, su hermano menor, cantando como de costumbre “¿Bertie, por qué saltas?”, porque sabía que esa canción la irritaba especialmente. Sabe usted, a veces, en tardes tranquilas como las de hoy, tengo la sensación de que todos ellos volverán a entrar por la ventana... La niña se estremeció. Fue un alivio para Framton cuando la tía irrumpió en el cuarto pidiendo mil disculpas por haberlo hecho esperar tanto.
–Espero que Vera haya sabido entretenerlo –dijo.
–Me ha contado cosas muy interesantes –respondió Framton.
–Espero que no le moleste la ventana abierta –dijo la señora Sappleton con animación–; mi marido y mis hermanos están cazando y volverán aquí directamente, y siempre suelen entrar por la ventana. No quiero pensar en el estado en que dejarán mis pobres alfombras después de haber andado cazando por la ciénaga. Tan típico de ustedes los hombres, ¿no es verdad?
Siguió parloteando alegremente acerca de la caza y de que ya no abundan las aves, y acerca de las perspectivas que había de cazar patos en invierno. Para Framton, todo eso resultaba sencillamente horrible. Hizo un esfuerzo desesperado, pero solo a medias exitoso, de desviar la conversación a un tema menos repulsivo; se daba cuenta de que su anfitriona no le otorgaba su entera atención, y su mirada se extraviaba
constantemente en dirección a la ventana abierta y al jardín.
Era por cierto una infortunada coincidencia venir de visita el día del trágico aniversario.
–Los médicos han estado de acuerdo en ordenarme completo reposo. Me han prohibido toda clase de agitación mental y de ejercicios físicos violentos –anunció Framton, que abrigaba la ilusión bastante difundida de suponer que personas totalmente desconocidas y relaciones casuales estaban ávidas de conocer los más íntimos detalles de nuestras dolencias y enfermedades, su causa y su remedio–. Con respecto a la dieta no se ponen de acuerdo.
–¿No? –dijo la señora Sappleton ahogando un bostezo a último momento. Súbitamente su expresión revelaba la atención más viva... pero no estaba dirigida a lo que Framton estaba diciendo.
–¡Por fin llegan! –exclamó–. Justo a tiempo para el té, y parece que se hubieran embarrado hasta los ojos, ¿no es verdad? Framton se estremeció levemente y se volvió hacia la sobrina con una mirada que intentaba comunicar su compasiva comprensión. La niña tenía puesta la mirada en la ventana abierta y sus ojos brillaban de horror. Presa de un terror desconocido que helaba sus venas, Framton se volvió en su
asiento y miró en la misma dirección. En el oscuro crepúsculo tres figuras atravesaban el jardín y avanzaban hacia la ventana; cada una llevaba bajo el brazo una escopeta y una de ellas soportaba la carga adicional de un abrigo blanco puesto sobre los hombros. Los seguía un fatigado spaniel de color pardo. Silenciosamente se acercaron la casa, y luego se oyó una voz joven y ronca que cantaba: “¿Dime, Bertie, por qué saltas?”.
Framton agarró deprisa su bastón y su sombrero; la puerta de entrada, el sendero de grava y el portón fueron etapas apenas percibidas de su intempestiva retirada. Un ciclista que iba por el camino tuvo que hacerse a un lado para evitar un choque inminente.
–Aquí estamos, querida –dijo el portador del impermeable blanco entrando por la ventana–: bastante embarrados, pero casi secos. ¿Quién era ese hombre que salió de golpe no bien aparecimos?
–Un hombre rarísimo, un tal señor Nuttel –dijo la señora Sappleton–; no hablaba de otra cosa que de sus enfermedades, y se fue disparado sin despedirse ni pedir disculpas al llegar ustedes. Cualquiera diría que había visto un fantasma.
–Supongo que ha sido a causa del spaniel –dijo tranquilamente la sobrina–; me contó que los perros le producen horror.
Una vez lo persiguió una jauría de perros parias hasta un cementerio cerca del Ganges, y tuvo que pasar la noche en una tumba recién cavada, con esas bestias que gruñían y mostraban los colmillos y echaban espuma encima de él. Así cualquiera se vuelve pusilánime.
La fantasía sin previo aviso era su especialidad.
Una ventana abierta. Antología para maestros que ven, miran o espían. Buenos Aires, Ministerio de Educación, 2007.
Ahora, las y los invitamos a pensar sobre este cuento.
Si lo leyeron con alguien más, será una buena oportunidad para intercambiar opiniones. Anoten las respuestas en sus carpetas para entregarlas a fin de mes la escuela. Escriban primero el título del cuento, “La ventana abierta”, y la fecha: 7 de Agosto

1. ¿Qué opinan de lo que Vera le cuenta a Framton? ¿Por qué piensan que le dijo eso?

2. ¿En qué momento del cuento se dieron cuenta de que Vera estaba mintiendo?

3. Algunas chicas y algunos chicos piensan que este es un cuento de miedo… otros, que es de risa. ¿A ustedes qué les parece?¿Por qué?


Ahora que ya leímos “La ventana abierta” y pensamos sobre algunos aspectos de la historia. Hoy nos vamos a detener en la particularidad
que tienen los personajes.
 No se olviden de anotar en sus carpetas las respuestas a las preguntas que les proponemos pensar. Escriban primero el título del cuento y la fecha.

4.  Vera y Nuttel son dos personajes muy diferentes. Vera, una muchacha fresca y un tanto despiadada, se burla del tímido señor Framton Nuttel, quien acude a la casa de la tía de Vera en busca de reposo físico y mental, ordenado por sus médicos. Pero Nuttel es engañado por Vera. ¿Cómo logra Vera engañar a Nuttel?


5.  Relean la parte donde aparece la tía de Vera, la señora Sappleton. En un momento, se dice que a Framton todo eso le “resultaba sencillamente horrible”. ¿Qué les parece que era todo “eso” que le resultaba horrible a Framton?

6. Cuando aparecen los hombres que regresan de la cacería, Framton advierte que Vera miraba “la ventana abierta y sus ojos brillaban de horror.” ¿Vera estaba realmente aterrorizada?

7. ¿Por qué les parece que, al final del cuento, Vera miente sobre el señor Framton, diciendo que los perros le producían horror porque una vez lo había perseguido una jauría?

Te recuerdo que todos estos trabajos son tu preparación para que ingreses a la escuela secundaria, con quien estamos trabajando en equipo para guiarte de la mejor manera.
Buen finde, jugá, divertire.

Te abrazo fuerte

Profe Damián

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